viernes, 31 de diciembre de 2010

La promesa para el año que empieza


Vivian Maier es el nombre de una mujer que trabajó limpiando casas, y terminó en la calle viviendo de la voluntad. En su tiempo libre, hizo fotos como la que ilustra este post. Hizo muchas fotos. Más de cien mil, que perdió por no poder pagar el alquiler del almacén donde las guardaba, tal y como explican en este documental sobre una de las mejores fotógrafas del siglo veinte

En el 2011, yo quiero caminar como esta niña, de frente pero sin perder de vista lo que sucede a los lados. Cogidas las manos al amor y a la confianza, con deliciosos toques de rutina. Y con un gorrito en la cabeza, protegiendo mis pensamientos y el frío de mi imparable calva. Dando calorcito, como tu cuerpo. Y con una sombra alargada de la que ya no quiero arrepentirme. 

Llega un nuevo año, amigas y amigos, y tengan claro que llegará cargadito de fruitman, que regresa para aportar un poquito de coherencia y de felicidad al mundo. 

Nos vemos. 

miércoles, 12 de mayo de 2010

Entropía

Hoy he visto la película Si la cosa funciona. Hay una escena muy divertida, y a la vez algo trágica (así son las pelis de Woody Allen) en la que Melody se está enamorando de otro chico. El chico la besa, y ella dice "entropía, es como la pasta de dientes, nunca puede volver a entrar en el tubo una vez ha salido." Y es que algo así es enamorarse: la pasta sale del tubo, para no volver a entrar.

Técnicamente, la entropia es una medida del desorden del mundo. De acuerdo a la segunda ley de la termodinámica, la entropia del universo sólo puede aumentar o quedarse como está, pero nunca reducirse. Es decir, el universo se comporta de tal modo que todo tiende a estar más y más desordenado.

Me parece un concepto fascinante. En particular, me fascina que algo tan aparentemente banal como el desorden en constante crecimiento de mi casa sea extendible al comportamiento del universo. La entropía aumenta, siempre. De hecho, es la única ley del mundo que implica una dirección del tiempo: la flecha del tiempo señala hacia donde aumenta la entropía, y por lo tanto el tiempo no es reversible.

O sea que del desorden creciente de mi casa se deduce la dirección del tiempo, la muerte inevitable, y la segunda ley de la termodinámica, base del motor y todas estas cosas industriales que nos hacen tan modernos. Y también enamorarse parece estar relacionado con la entropía, como dice Melody.

Ciertamente, enamorarse introduce desorden en la vida de uno. Para empezar, nos enamoramos y ya no queremos estar solos. Necesitamos estar con ella. Todo el rato. Incluso preferimos dormir abrazados en posiciones rarísimas con el brazo doblado acrobáticamente. Desorden máximo.

El momento que lo inicia todo es el primer beso. Ese instante único por definición, mágico, seguramente lo mejor que puede pasarle a uno en la vida. Es un momento genuinamente irreversible, la pasta que ya nunca más entrará en el tubo, puro aumento de entropía. Las dos personas que se besan cambian para siempre, de manera irreversible, porque ya nunca en la vida volverán a verse del mismo modo la una a la otra.

Últimamente, yo intento mantener ordenada la casa. Sin embargo, el medidor de entropía me indica que ésta sigue aumentando, incluso más deprisa que cuando se acumulaban papeles, pantalones y camisas tirados por el suelo. Y debo confesarles que el aumento de entropía es una sensación muy agradable, a pesar de que marque una dirección del tiempo, a pesar de que me produzca dolores en el brazo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Domingo

Despertarnos, dar vueltas por la cama, mirarnos, cerrar los ojos, abrirlos, acariciarnos, bostezar, levantarnos, ducharnos juntos, contemplar tus cremas, reírnos el uno del otro, respirar el aire de un día nuevo, bajar por la calle, comprar el periódico, buscar un café, desayunar a las doce del mediodía, despedirnos, (echarte de menos el resto del día), comer una paella, dormir la siesta, leer el periódico, pensar en tus ojos, escuchar a mi hermana, preparar la cena, sentir el recuerdo de tu tacto en mis caderas, poner un disco de Ry Cooder, devorar otro bote de eagles como remedio contra el mono de tabaco, hablar por teléfono, imaginar un viaje, escuchar el silencio, doblar las camisetas, ordenar la ropa interior, escribir un día en el blog, entrar en la cama, leer, ir al baño por última vez, apagar la luz, soñar un poco, despertar, dar vueltas por la cama vacía, bostezar, darme una ducha, salir a tu encuentro, y desayunar.

viernes, 2 de abril de 2010

De Benidorm a Agua Amarga

Finalmente, hemos llegado a Agua Amarga. José nos ha alquilado su apartamento, y hemos caminado hacia la playa, y se nos ha hecho de noche mientras me entretenía con la cámara y Cris subía por las rocas.

Ayer dormimos en Benidorm, ciudad abominable que uno acaba visitando de un modo u otro. Mejor ahora que dentro de cuarenta años, supongo.

Nunca en mi vida había visto tantos cochecitos eléctricos para viejos y minusválidos. Nos metimos en el paseo, siguiendo a la muchedumbre de jubilados y horteras de todas las edades, y daba vértigo. Era como unirse a un mundo paralelo, en el que dormir en un hotel barato con pensión completa es motivo de felicidad.

Por la noche, estuvimos fumando y escuchando música en la terraza. He creado una lista de reproducción en el Spotify para ir guardando la banda sonora del viaje. Empieza con Arabia, un sueño flamenco de José Ángel - quien por cierto, hablando de sueños, nos ha contado que el otro día soñó que estaba en la cama con una chica y con Iniesta. Imagino que un sueño así te deja algo perturbado. La lista cambia entonces a Brown eyed girl, y Heart of Gold, y Man on the moon, para detenerse durante tres minutos y veinticuatro segundos en Stuck in the middle with you, que descubrí gracias a una chica de ojos marrones. Y sigue.

Cris ha bajado de las rocas, y hemos caminado hacia el bar de la plaza del pueblo de Agua Amarga. Había como quince o veinte niños jugando con pelotas y bicicletas y  motos y excavadoras y tractores de juguete. Aproximadamente cada minuto sucedía un accidente. Choque de bicicletas, atropello, caída. Cris ha tenido la habilidad de detectar a todos los hermanos, y deducir las respectivas madres.

Nos hemos quedado prendados de otra Cris, una niña de apenas dos años que ha decidido jugar a sostener a la vez tres pelotas de goma de colores. Ser niño es tan sencillo como querer sostener tres pelotas a la vez. Y cuando se te caen de tus minúsculas manos, ríes y lo vuelvas a intentar. A veces también lloras, pero pasa pronto.

En casa, he cocinado una especie de pasta a la putanesca, con ajos, anchoas, tomate y pimiento verde, y luego nos hemos quedado frente a la tele viendo El fugitivo. La peli ha empalmado con Evasión y Victoria, y me he servido una Coca Cola, he cogido cuatro cigarrillos del Camel de Albert, y me he sentado a escribir en la mesa de madera vieja del comedor. La conexión a internet no es muy buena, así que no creo que vaya a poder publicar esto en el blog.

Siempre es agradable compartir unos días de vacaciones con amigos. Además, hace tiempo que no tengo unas vacaciones diferentes. Durante los últimos años, siempre he ido de vacaciones al mismo sitio, a hacer prácticamente lo mismo, con la misma persona.

Mañana exploraremos la zona. Alguna excursión (no muy larga, espero), y un baño en el mar que espero que pueda ser bien largo. Es Abril, y el agua estará fría, y costará entrar. Pero nos bañaremos, y cuando ponga la toalla sobre mi cuerpo para secarme, temblando de frío, pensaré en una cama, y una espalda muy blanca, y una manta cubriéndonos los pies.

lunes, 22 de marzo de 2010

Flamenco en Robadors

A veces uno sale a merendar un chocolate con nata, y termina en un antro de Robadors disfrutando con un concierto de flamenco improvisado y varias cervezas en el cuerpo, y la hora marcando el sueño del día siguiente.






















Antonio ha cogido la guitarra, y durante casi una hora la Estrella Morente de Robadors le ha dado al porro, los cubatas y la voz con igual pasión, mientras los demás intentábamos seguir con las palmas y con los ojos.

Al flamenco puedes entrarle, o puedes quedarte a un lado con cara de no entender nada, como con el jazz. Pero el flamenco tiene esas letras, esos versos que se van colando entre las palmas y las cuerdas de la guitarra... "quiero jugar al amor, como la lluvia cae sobre ti".

Y entonces te enamoras de la Estrella, y piensas en la lluvia que tantas veces ha caído sobre ti.